Por definición un pasillo, como la
vida misma, es un lugar de paso. Sobre todo en un sitio como éste,
un instituto en que los tiempos los marca un timbre y, sea por
rutina, sea por precaución, se ha decidido que no puede haber
tiempos muertos... Cada mochuelo a su olivo, y cuando sale un
profesor de un aula ya debería estar entrando el otro y bla bla
bla.... Así que en un pasillo de instituto, a deshora, sólo puede
haber, o gente con demasiada prisa, “llego tarde”... “tengo
otro examen...” “¿me das las llaves del servicio?”; o alumnos
de dudoso expediente, que trotan, corretean o, directamente, huyen.
En fin, que en un pasillo moderno, falta la serenidad necesaria para
ponerse a contemplar fotos...
Pero, en estos días que,
pomposamente, llamamos “Semana Cultural”, cuelgan de ese nuestro
pasillo, a manera de exposición, unas extrañas fotografías de bien
cuidados marcos compartiendo territorio y compitiendo (la vida misma)
con mensajes multiformes que, casi siempre sin lograrlo, reclaman
nuestra atención por un instante: la enésima campaña en papel
diputación promocionando las excelencias de la nueva FP; listas
varias con calificaciones diversas, papeleo y plazos para la
selectividad, mercadillo de asignaturas pendientes a precio de
saldo...; banderitas y restos visibles de bilingüismos, comenius,
talleres, proyectos, programas con muchas siglas, nombres ocurrentes
y poca chicha…; murales a favor de la paz, en contra del
machismo...; anuncios variopintos: “licenciada da clases
particulares”, “comparto piso” vendo chalet”... Y en algunos
huecos libres otro buen puñado de fotografías históricas con
tendencia al sepia que nos retrotraen a esos momentos en que
habitaban el lugar niños con mocos, gente con hambre, mulos que
aran, bandas de músicos con gorra de plato, futbolistas sin depilar
y con balones de reglamento, escuelas con pizarrín y leche en
polvo...
Seamos realistas: no es momento de
exposiciones. En la sociedad de la imagen, las redes sociales, las
luces de neón y los selfies, como en el pasillo mismo, hay
demasiadas imágenes, y nuestra retina y nuestro cerebro ya están
cansados, ciegos, saturados de tanta abundancia visual...Va llegando
el momento en que hacer fotos o arte sin motivo ni interés, en lugar
de ir a ARCO debería ser declarado un delito, un acto de
contaminación mental, una grosería, o, como mínimo, una
descortesía... Propongo multas, retiradas de carnets, castigos
severos, para quienes sigan haciendo y colgando fotos sin ton ni son,
para quienes con escaso civismo y alardeando de cámaras sigan
disparando su objetivo digital a troche y moche, ensuciando los
espacios virtuales y los públicos. Ya hemos llegado al límite. Ya
nada puede sorprendernos. Ya está todo visto y retratado: unicornios
azules, sirenas o “burros volando” han dejado de ser frutos de la
imaginación y se han convertido en archivos “photoshophiados”...
Basta ya de imágenes, no quiero ver más cosas... Sólo las ideas,
o mejor, sólo las ideas que tengan una cierta honestidad...
Y ahora me pregunto: “¿honestamente,
se puede fotografiar una idea?” La respuesta es que sí. Lo
demuestran por la tremenda Fernando Clemente y Pepe Calderón, los
creadores del “proyecto Claror” un extraño experimento visual,
artístico, poético, filosófico al fin, que se han propuesto, y lo
consiguen, sacarnos de quicio y hacernos comulgar con ruedas de
molino... Son fotos peculiares porque más que seducir, nos meten el
dedo en el ojo, nos interrogan preguntando con agresivo descaro: “¿Y
tú qué miras?” y no se conforman, cual frío bodegón, con
reproducir un trozo de realidad, un detalle o un instante
supuestamente bello o importante... Aquí los objetos, más que
emperifollarse o maquillarse para salir bien en la foto, se
transforman. Cínicamente, rompen las barreras de su uso cotidiano,
se disfrazan, y, por un momento, nos curan de nuestro miserable
pragmatismo, nos obliga a revisar la frágil estabilidad en que
asentamos lo que, rutinariamente, entendemos por “normal”, y nos
hace comprender que es un peligro y una ordinariez llamar pan al pan
y vino al vino... Y hacer esto, aunque moleste, es siempre bueno,
humano, redentor. Poesía visual, lo llaman los más sensibles,
Profundidad, sentido crítico lo llaman los más sesudos... en
realidad no es más que recuperar, un poco, la cordura perdida
devolviendo a las cosas su lugar natural, pues por si alguien no se
había percatado aún: cada vez hay más melones que van a la
universidad y se gradúan; los jamones y las jamonas van a los
gimnasios y se gastan una pasta en medias y lencería fina de
Victoria's Secret; hoy por hoy votar es lo mismo que tirar un sobre
por una alcantarilla; una cama es, antes que un sitio para dormir,
una libreta donde escribimos historias más verdaderas que la propia
vigilia... Y, para los que siguen dormidos: las fregonas no sirven
para fregar, son instrumentos de dominación sexual; los relojes,
como el tiempo mismo, queman, arrasan y consumen el lugar por donde
pasan; hay libros venenosos con lengua de serpiente capaces de
envenenar al más pintado; hay dedos mutilados por ambición o ya
atrofiados antes de que un anillo excesivo se adueñara de su
propietario; los billetes son la materia prima de los crucifijos, y,
las pizarras, como la educación misma, muchas veces no hacen otra
cosa que amurallar y encarcelar el propio pensamiento...
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