miércoles, 1 de abril de 2015

¿Y tú qué miras?: Algo de luz y un poco de Claror... [JM. López]




Por definición un pasillo, como la vida misma, es un lugar de paso. Sobre todo en un sitio como éste, un instituto en que los tiempos los marca un timbre y, sea por rutina, sea por precaución, se ha decidido que no puede haber tiempos muertos... Cada mochuelo a su olivo, y cuando sale un profesor de un aula ya debería estar entrando el otro y bla bla bla.... Así que en un pasillo de instituto, a deshora, sólo puede haber, o gente con demasiada prisa, “llego tarde”... “tengo otro examen...” “¿me das las llaves del servicio?”; o alumnos de dudoso expediente, que trotan, corretean o, directamente, huyen. En fin, que en un pasillo moderno, falta la serenidad necesaria para ponerse a contemplar fotos...

Pero, en estos días que, pomposamente, llamamos “Semana Cultural”, cuelgan de ese nuestro pasillo, a manera de exposición, unas extrañas fotografías de bien cuidados marcos compartiendo territorio y compitiendo (la vida misma) con mensajes multiformes que, casi siempre sin lograrlo, reclaman nuestra atención por un instante: la enésima campaña en papel diputación promocionando las excelencias de la nueva FP; listas varias con calificaciones diversas, papeleo y plazos para la selectividad, mercadillo de asignaturas pendientes a precio de saldo...; banderitas y restos visibles de bilingüismos, comenius, talleres, proyectos, programas con muchas siglas, nombres ocurrentes y poca chicha…; murales a favor de la paz, en contra del machismo...; anuncios variopintos: “licenciada da clases particulares”, “comparto piso” vendo chalet”... Y en algunos huecos libres otro buen puñado de fotografías históricas con tendencia al sepia que nos retrotraen a esos momentos en que habitaban el lugar niños con mocos, gente con hambre, mulos que aran, bandas de músicos con gorra de plato, futbolistas sin depilar y con balones de reglamento, escuelas con pizarrín y leche en polvo...


Seamos realistas: no es momento de exposiciones. En la sociedad de la imagen, las redes sociales, las luces de neón y los selfies, como en el pasillo mismo, hay demasiadas imágenes, y nuestra retina y nuestro cerebro ya están cansados, ciegos, saturados de tanta abundancia visual...Va llegando el momento en que hacer fotos o arte sin motivo ni interés, en lugar de ir a ARCO debería ser declarado un delito, un acto de contaminación mental, una grosería, o, como mínimo, una descortesía... Propongo multas, retiradas de carnets, castigos severos, para quienes sigan haciendo y colgando fotos sin ton ni son, para quienes con escaso civismo y alardeando de cámaras sigan disparando su objetivo digital a troche y moche, ensuciando los espacios virtuales y los públicos. Ya hemos llegado al límite. Ya nada puede sorprendernos. Ya está todo visto y retratado: unicornios azules, sirenas o “burros volando” han dejado de ser frutos de la imaginación y se han convertido en archivos “photoshophiados”... Basta ya de imágenes, no quiero ver más cosas... Sólo las ideas, o mejor, sólo las ideas que tengan una cierta honestidad...


Y ahora me pregunto: “¿honestamente, se puede fotografiar una idea?” La respuesta es que sí. Lo demuestran por la tremenda Fernando Clemente y Pepe Calderón, los creadores del “proyecto Claror” un extraño experimento visual, artístico, poético, filosófico al fin, que se han propuesto, y lo consiguen, sacarnos de quicio y hacernos comulgar con ruedas de molino... Son fotos peculiares porque más que seducir, nos meten el dedo en el ojo, nos interrogan preguntando con agresivo descaro: “¿Y tú qué miras?” y no se conforman, cual frío bodegón, con reproducir un trozo de realidad, un detalle o un instante supuestamente bello o importante... Aquí los objetos, más que emperifollarse o maquillarse para salir bien en la foto, se transforman. Cínicamente, rompen las barreras de su uso cotidiano, se disfrazan, y, por un momento, nos curan de nuestro miserable pragmatismo, nos obliga a revisar la frágil estabilidad en que asentamos lo que, rutinariamente, entendemos por “normal”, y nos hace comprender que es un peligro y una ordinariez llamar pan al pan y vino al vino... Y hacer esto, aunque moleste, es siempre bueno, humano, redentor. Poesía visual, lo llaman los más sensibles, Profundidad, sentido crítico lo llaman los más sesudos... en realidad no es más que recuperar, un poco, la cordura perdida devolviendo a las cosas su lugar natural, pues por si alguien no se había percatado aún: cada vez hay más melones que van a la universidad y se gradúan; los jamones y las jamonas van a los gimnasios y se gastan una pasta en medias y lencería fina de Victoria's Secret; hoy por hoy votar es lo mismo que tirar un sobre por una alcantarilla; una cama es, antes que un sitio para dormir, una libreta donde escribimos historias más verdaderas que la propia vigilia... Y, para los que siguen dormidos: las fregonas no sirven para fregar, son instrumentos de dominación sexual; los relojes, como el tiempo mismo, queman, arrasan y consumen el lugar por donde pasan; hay libros venenosos con lengua de serpiente capaces de envenenar al más pintado; hay dedos mutilados por ambición o ya atrofiados antes de que un anillo excesivo se adueñara de su propietario; los billetes son la materia prima de los crucifijos, y, las pizarras, como la educación misma, muchas veces no hacen otra cosa que amurallar y encarcelar el propio pensamiento...


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